Carlos en Weimar

Carlos en la biblioteca de la Universidad Bauhaus de Weimar. Febrero 2013.

15 de febrero
Bauhaus Museum
Weimar

Cuando llegué a Weimar tomé el bus que me llevaría a Buchenwald –uno de los campos de concentración que existieron bajo el régimen del nazismo–. Debo confesar que antes de subir dudé unos instantes, me preguntaba si era necesario ir; pero la duda se disipó y tomé el colectivo aún con la leve sensación de ceguera que me había dejado el viaje en tren.

El camino atravesó el bosque nevado y, después de unos diez minutos de trayecto, pude ver fugazmente el monumento gigante que los rusos erigieron a sus caídos en el campo.

Cuando llegué, el lugar me generó un sentimiento extraño, mi cuerpo estaba tenso y la mirada, puesta en el horizonte.

El espacio era enorme y había que caminar mucho. Se veían las huellas de los visitantes que deambulaban como yo, en silencio. Estar en esa colina de Ettersberg, en ese mismo paisaje eternamente rodeado por bosques, me resultaba estremecedor.

Aunque había salido el sol, mi cuerpo seguía entumecido, tenía las manos rojas y ásperas… Fue el momento en el que decidí volver.

Subí al colectivo –iba sola con el chofer–; volví a pasar por ese bosque, por ese monumento y sentí una soledad aún más profunda que la que había sentido antes.

Carlos me citó frente al Denkmal [monumento] de Goethe y Schiller, justo frente al museo de la Bauhaus. Aunque, recién llegada de Buchenwald, mi cuerpo todavía seguía en aquel campo.

Él quería guiarme por los lugares que frecuentaba y por aquellos que eran importantes para la historia de Weimar. La primera parada del itinerario fue la Universitätsbibliothek Bauhaus, allí me contó sobre su proyecto de doctorado en Urbanismo; su investigación se centraba en la unidad de los espacios urbanos.

Seguimos. Llegamos al Hotel Elephant, nos paramos casi en el centro de la Marktplatz. Me señaló el balcón desde el que Hitler había dado sus discursos a plaza llena. “Ahí se hospedaba cuando hacía campaña en Weimar” –me dijo–. Parada en ese lugar, pensé nuevamente en Buchenwald y recordé la foto de la fiesta de la Bauhaus que había visto en la entrada del museo. Todavía en mi mente aparecían las palabras de esos carteles que sostenían los personajes de la foto: Leidenschaft [pasión], Katastrophe [desastre], Pause [ruptura], Spannung [tensión]; yo también hubiese querido sostener mi cartel, quizá hubiera sostenido uno que dijera Whansinn [locura].

Me sentía inmersa en aquel pasado irreversible mirando ese balcón, aunque mi mente aún seguía recorriendo las colinas del Ettersberg. Allí los nazis habían decidido montar aquel campo de concentración donde convivían presos políticos, intelectuales, artistas, homosexuales y personas de diversas religiones. Pensé en todas aquellas almas.

Me sentí atrapada y sola en esa plaza, sumida en una mezcla de sensaciones. Era como si mi mente no pudiera ya pensar con claridad… ¿Cómo podría describir lo que me ocurrió en ese momento?… Intentaba comprender el horror… Pero ¿cómo se comprende? (si es que fuera posible comprenderlo).

¿Y por qué había elegido otra vez Alemania?

Y, entonces, ahora me pregunto: ¿quién soy yo para escribir sobre lo que sucedió en aquel momento histórico?

Volví a mirar a Carlos como saliendo de un estado de trance y me alegré por que aún estuviera allí. Fue cuando entendí que los becarios eran mis guías, diferentes versiones de mí que me acompañaban en ese recorrido incierto.

Esa misma noche tuve un sueño. Yo estaba en un sótano, pero había una ventana pequeña por la que veía pasar un elefante que avanzaba lento y pesado; lo miraba pasar con asombro.

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15 Februar
Bauhaus Museum
Weimar

Als ich in Weimar angekommen war, nahm ich den Bus, der mich nach Buchenwald bringen sollte, eines der Konzentrationslager des nationalsozialistischen Regimes. Ich muss zugeben, dass ich einen Moment lang

zögerte. War es wirklich notwendig, dorthin zu fahren? Aber die Zweifel zerstreuten sich, und so stieg ich in den Bus, noch mit dem Gefühl einer leichten Unschärfe des Sehens, die von der Zugfahrt stammte.

Der Weg führte durch den verschneiten Wald. Nach zehn Minuten Fahrt konnte ich für einen Augenblick das riesige Mahnmal sehen, das die Russen zum Gedenken an ihre Gefallenen errichtet haben.

Dort angekommen, erregte der Ort ein seltsames Gefühl der Anspannung in meinem Körper. Mein Blick war auf den Horizont gerichtet.

Es war ein ausgedehntes Gelände, man musste weite Strecken gehen. Man sah die Fußspuren der Besucher, die, wie ich, still umherstreiften. Auf dem Ettersberg zu stehen, inmitten der auf ewig von denselben Wäldern umgebenen Landschaft, war erschütternd für mich.

Obwohl inzwischen die Sonne zu sehen war, blieb mein Körper starr, meine Hände waren rot und rau… Ich beschloss zurückzukehren.

Im Bus waren nur der Fahrer und ich. Noch einmal fuhr ich durch diesen Wald, vorbei an dem Mahnmal, mit dem Gefühl einer Einsamkeit, die noch tiefer war als zuvor.

Carlos hatte das Goethe-Schiller-Denkmal zu unserem Treffpunkt bestimmt, genau gegenüber vom Bauhaus-Museum. Aber ich war gerade aus Buchenwald zurückgekehrt, und mein Körper schien noch immer dort zu sein.

Mein Gesprächspartner wollte mich sowohl mit den Orten bekanntmachen, an denen er sich oft aufhielt, als auch mit denen, die wichtig für die Geschichte Weimars waren. Die erste Station des Rundgangs war die
Universitätsbibliothek Bauhaus
, wo er mir von seinem Dissertationsprojekt zum Thema Städtebau erzählte. Seine Forschung konzentrierte sich auf die Einheit der urbanen Räume.

Wir gingen weiter. Wir kamen zum Hotel Elephant und blieben fast in der Mitte des Marktplatzes stehen. Er zeigte mir den Balkon, von dem aus Hitler seine Reden hielt, vor einem vollen Platz. „Hier stieg er ab, wenn der Wahlkampf ihn nach Weimar führte“, sagte Carlos. Als ich an diesem Ort stand, dachte ich wieder an Buchenwald und sah das Foto der Bauhaus-Feier vor mir, welches ich am Eingang des Museums gesehen hatte. Die Abgebildeten hielten Schilder mit Wörtern, die vor meinem geistigen Auge erschienen: Leidenschaft, Katastrophe, Pause, Spannung. Auch ich hätte gern mein Schild gezeigt, vielleicht eines mit dem Wort Wahnsinn.

Den Blick auf diesen Balkon gerichtet, fühlte ich mich in diese unumkehrbare Vergangenheit versetzt, obwohl mein Denken noch immer seine Kreise auf dem Ettersberg zog. Diesen Ort hatten die Nazis für die Errichtung jenes Konzentrationslagers ausgewählt, wo politische Gefangene, Intellektuelle, Künstler, Homosexuelle und Angehörige diverser Religionen inhaftiert waren. Ich dachte an all diese Seelen.

Ich fühlte mich gefangen und einsam auf diesem Platz, in ein Wechselbad der Gefühle getaucht. Es war, als hätte ich nicht mehr klar denken können… Wie sollte ich beschreiben, was mir in diesem Augenblick geschah? … Ich versuchte, den Schrecken zu begreifen… Aber wie sollte man ihn begreifen, wenn es überhaupt möglich war?

Warum hatte ich wieder Deutschland als Reiseziel gewählt?

Und jetzt frage ich mich: Bin ich befugt, über das zu schreiben, was in jenem historischen Moment geschah?

Mein Blick suchte nach Carlos, als würde ich aus einer Art Trance erwachen, und ich war froh, dass er noch da war. In diesem Augenblick wurde mir klar, dass die Stipendiaten meine Reiseführer waren, Variationen meiner selbst, die mich auf dieser unsicheren Rundfahrt begleiteten.

In der Nacht hatte ich einen Traum. Ich war in einem Keller, doch gab es ein kleines Fenster, durch das ich einen Elefanten sehen konnte, der sich langsam und schwerfällig bewegte. Mit Erstaunen sah ich ihn vorübergehen.

Übersetzung. Uwe Schoor.


Entrevista

Doctorando de Arquitectura
Bauhaus-Universität Weimar
San Juan – Weimar 

JP: ¿Qué viniste a buscar a Alemania y qué es importante para vos de este viaje?

C: Lo que vine a buscar a Alemania fue una experiencia de vida. Y puedo decir que es lo que está sucediendo, todos los días voy descubriendo algo nuevo.

JP: ¿Cómo se ve Argentina desde Alemania?

C: Cuando uno le resta sentimentalismo y lo ve desde un lugar más objetivo, se da cuenta de que Argentina es realmente un país muy interesante para vivir.

JP: ¿Notás algún cambio significativo con relación a tu vida, a tu carrera o a tu personalidad?

C: Creo que he envejecido más rápido de lo que hubiese sucedido allá. 

Esta experiencia me ayuda a darme cuenta de que uno puede contribuir, de una manera muy clara, a mejorar el mundo. Y de eso te das cuenta por medio del silencio, de la soledad, de la distancia, porque ves las cosas desde otra perspectiva. Ves tu mundo fuera de él… y creo que, al regresar a Argentina, voy a disfrutar mucho más de vivir en ese mundo y voy a poder hacer mucho más por transformar algo allí.

JP: ¿Hay algo que te haya marcado hasta el momento?, ¿algo que consideres un hito dentro de la estadía?

C: En Berlín llevé una vida bastante uniforme, una rutina muy marcada y sentí que esa vida fluyó. Acá en Weimar sí me encontré con puntos de inflexión. Una de las cosas que me ayudaron a darme cuenta de que estaba en un lugar muy amable sucedió los primeros días, cuando todavía con mi mujer no encontrábamos departamento y estuvimos una semana en una pensión. En ese momento la ciudad estaba completa porque había un congreso de médicos y nos fuimos a un pueblo vecino que se llama Oßmannstedt, un pueblo en el que no hay nada, solo una iglesia y algunas casas. Y allí nos recibieron dos ancianos, cuya amabilidad me sorprendió y me ayudó a descubrir un aspecto de la gente alemana muy humano. Ellos nos facilitaron cosas para poder vivir en el departamento y armar nuestra casa.

JP: ¿Cómo te imaginás tu futuro? Expectativas, sueños, miedos, esperanzas.

C: Siento un poco de temor por la distancia que uno toma al vivir tan lejos; volver a Argentina y reinsertarme en el mundo en el cual vivía me parece una tarea difícil, pero, al mismo tiempo, mi visión está cargada de sueños, esta visión romántica de la cual hablaba.

JP: ¿Te quedarías en Alemania definitivamente, como plan de vida?

C: No, no me quedaría en Alemania, creo que fue una decisión muy acertada elegir este país para vivir, para estar dos años, pero mi vida no está acá. 


Interview

Doktorand in Architektur
Bauhaus-Universität Weimar
San Juan – Weimar 

JP: Was hast du dir vorgestellt, was du in Deutschland finden würdest, was ist das Wichtige für dich an dieser Reise?

C: Ich bin nach Deutschland gekommen, um an Lebenserfahrung zu gewinnen. Und ich kann sagen, dass das geschieht, Tag für Tag entdecke ich Neues.

JP: Wie sieht man Argentinien von Deutschland aus?

C: Wenn man die Sentimentalität einmal beiseite lässt und die Dinge nüchtern betrachtet, bemerkt man, dass Argentinien wirklich ein sehr interessantes Land zum Leben ist. 

JP: Bemerkst du irgendeine bedeutende Veränderung in Bezug auf dein Leben, dein Studium oder dich als Person?

C: Ich glaube, ich bin hier schneller erwachsen geworden als es in Argentinien geschehen wäre.

Diese Erfahrung verhalf mir zu der Erkenntnis, dass man tatsächlich dazu beitragen kann, die Welt zu verbessern. Das wird einem klar durch die Stille, die Einsamkeit, die Entfernung, weil man die Dinge von einer anderen Perspektive aus sieht. Man sieht seine Welt von außen … und ich glaube, wenn ich nach Argentinien zurückkehre, werde ich es viel mehr genießen, in dieser Welt zu leben, und ich werde viel dafür tun können, dort etwas zu verändern. 

JP: Gibt es etwas, das dich bis zum heutigen Tag geprägt hat, etwas wie einen Meilenstein deines Aufenthalts?

C: In Berlin habe ich ein ziemlich eintöniges Leben geführt, eine ausgeprägte Routine, und ich hatte das Gefühl, dass das Leben einfach so dahinfloss. Hier in Weimar aber bin ich doch auf Wendepunkte gestoßen. Von den Erlebnissen, die mir bei der Erkenntnis halfen, dass ich mich an einem sehr angenehmen Ort befand, hatten meine Frau und ich eines gleich während der ersten Tage. Wir waren noch auf Wohnungssuche und kamen für eine Woche in einer Pension unter. Die Stadt war gerade voller Menschen, weil in Weimar ein Medizinischer Kongress stattfand. So gingen wir nach Oßmannstedt, ein Nachbardorf, wo es nichts gibt außer einer Kirche und ein paar Häusern. Und dort empfingen uns zwei alte Menschen, deren Liebenswürdigkeit mich überraschte und mir half, einen sehr menschlichen Zug an den Deutschen zu entdecken. Sie überließen uns Möbel und andere Dinge, mit denen wir die Wohnung einrichten und uns ein Zuhause aufbauen konnten.

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JP: Wie stellst du dir deine Zukunft vor? Was sind deine Erwartungen, Träume, Ängste, Hoffnungen?

C: Ich habe ein bisschen Angst wegen der Distanz, mit der man die Dinge zwangsläufig zu sehen beginnt, wenn man so weit weg ist. Nach Argentinien zurückzukehren und mich wieder in die Welt einzufügen, in der ich vorher gelebt habe, das scheint mir eine schwierige Aufgabe zu sein. Aber meine Vorstellung davon ist zugleich voller Träume, es ist eine romantische Sicht.

JP: Würdest du endgültig in Deutschland bleiben, als Lebensentscheidung?

C: Nein, in Deutschland würde ich nicht bleiben. Ich glaube, es war eine sehr gute Entscheidung, zwei Jahre hier zu leben, aber mein Zuhause ist nicht hier.

Übersetzung. Uwe Schoor.

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